Fotografía aérea de Elexazar
En el macizo montañoso de Larragorri, entre Amurrio (Araba) y Orozko (Bizkaia) se encuentra el poblado romano de Elexazar, descubierto por mi amigo Andoni Aldama Murga a comienzos del año 2009. Este año se ha desarrollado la octava campaña veraniega de excavación bajo la dirección de nuestro amigo Juanjo Hidalgo.
Situación de Elexazar
Edificios de Elexazar
Los suelos de ambos edificios se encuentran enlosados. Las bandas de arenisca donde se asienta Elexazar han servido de cantera para el abastecimiento del material de construcción necesario. Las piedras se colocaron sobre una fina cama de barro. Los romanos enlucían las paredes de piedra tanto en el interior como en el exterior. En Elexazar se han encontrado tortas desprendidas de estos enlucidos, recocidas por efecto del incendio que sufrió en el momento del abandono o con posteriodad.
Edificio 3
Restos arqueológicos recogidos durante la excavación
Panorámica de Elexazar
El cambio climático como factor decisivo en el declive del Imperio Romano
Los autores del artículo "2500 years of european climate variability and human susceptibility", publicado en el año 2011 en la revista Science, mediante el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, determinaron el período de prosperidad romana se produjo durante un largo período de veranos húmedos y cálidos, interrumpido hacia el año 250, cuando se inició la pequeña edad de hielo de la antigüedad tardía, que duró hasta el año 600 aproximadamente.
Juanjo Hidalgo, Iñaki García Uribe y Antton Arrieta
Otro grupo de investigadores, también liderado por Ulf Büntgen, publicaron el artículo "Cooling and societal change during the Late Antique Little Ice Age from 536 to around 660" en el año 2016 en Nature. También gracias al estudio de los anillos de crecimiento de los árboles determinaron que los veranos más fríos en los últimos 2.000 años fueron el año 172 y el 1821, con temperaturas 4,6º C inferiores a la media del final del siglo XX, y que ambas fechas coincidieron con erupciones volcánicas de gran intensidad.
Juanjo Hidalgo, Iñaki García Uribe y Antton Arrieta
La expansión del imperio romano, desde el 100 a.C hasta el 200 d.C, coincidió con una estabilidad climática y un nivel bajo de actividad volcánica. Los estudios indican que bajo el mandato del emperador Augusto las temperaturas estivales medias eran, al menos, un grado superior a la media climática actual. Los veranos cálidos y húmedos, seguidos de inviernos templados, caracterizados por una escasa variabilidad en las condiciones meteorológicas, fortalecieron la economía y permitieron la prosperidad del comercio. Durante esta época el cultivo de la vid se extendió a gran parte de Alemania e, incluso, de Inglaterra. La bonanza climática se tradujo en abundantes y regulares cosechas de cereales en los “graneros imperiales” (Hispania, Egipto), lo cual favoreció la expansión del Imperio.
Participantes en la excavación arqueológica de Elexazar
En el siglo III el clima cambió, se produjeron grandes sequías, descensos bruscos de la temperatura y precipitaciones intensas en periodos más irregulares. A esto hay que añadir que entre los años 235 y 285 hubo hasta cinco erupciones volcánicas. El clima se hizo más frío y seco, empeoró la producción de alimentos, lo cual propició que los tributos e impuestos destinados a Roma se fueran menguando progresivamente. El cambio climático puso en jaque la economía imperial y el Imperio se fue debilitando lentamente.
Los inviernos se hicieron especialmente más rigurosos en las zonas del norte de Europa y las malas cosechas espolearon a los bárbaros a atravesar los ríos Rhin y Danubio e internarse en las zonas del sur de Europa, en donde las condiciones climáticas eran más favorables. Fue imposible contener, ni mediante la fuerza ni con la diplomacia, las masivas migraciones de los pueblos germanos. Los galos llegaran a Hispania en el 260 y tres años después los godos tomaron Efeso, en la actual Turquía; en el 410 los visigodos, comandados por Alarico I, saquearon por vez primera Roma. A partir de entonces nada volvería a ser igual, la civilización romana estaba herida de muerte.
El taurobolio de Elexazar y el culto a Cibeles
El taurobolio de Elexazar
Posible ublicación del taurobolio de Elexazar
Estatua dedicada a la diosa Cibeles del siglo III, fotografiada en el Museo Arqueológico de Nápoles el 1 de noviembre de 2019
Cibeles se convirtió en una diosa muy popular en el imperio romano. Durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C), un periodo desastroso para los romanos, su culto llegó a Roma dado que, según ciertas profecías, Roma sólo podría vencer si se adoraba a la «Gran Madre». El león, el animal más fuerte de la naturaleza, estaba dedicado a Cibeles.
Metopa de un friso con cabeza de toro esculpida en piedra arenisca, procedente de la ciudad romana de Varea, de los siglos I-II d.C., fotografiada el 3 de noviembre de 2018 en el Museo de La Rioja
El historiador Alberto Santana publicó el 25 de octubre de 2019 el siguiente texto referido a la ofrenda que hacían los señores de Vizcaya de las vísceras de las vacas:
Así cuenta la leyenda el conde Pedro de Barcelos en el Livro de Linhagens (1340): "E cada que i é o senhor de Bizcaia (...), todo los de ventres das vacas que matam em sa casa, todo los manda poer em una peça fora da aldea, em ûa penha; e pela menhâa nom acham i nada" (...) "em ûa aldea que chaman Vusturio". O sea, en traducción libre, "Y cada vez que allí está el Señor de Bizkaia (...) todos los vientres de las vacas que matan en su casa, todos los manda poner en una pieza, sobre una peña, y por la mañana no hallan allí nada" (...) "en una aldea que llaman Busturia".
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