En el año 1496 los Reyes Católicos ordenaron la ejecución de los trabajos necesarios para conseguir árboles trasmochos. Dicha ordenanza mandaba la siembra en vivero de árboles para que pudieran dar lugar a grandes piezas curvas, necesarias en la construcción naval. En el vivero se podaban, dejando únicamente dos ramas: la horca, que era una rama lateral paralela al suelo, y el pendón, una rama vertical que se guiaba hacia el lado contrario de la horca. A los 10 años se sacaban del vivero para trasplantarlos en el monte, donde se protegían con espinados de espino albar para evitar que el ganado los dañara. Este método se generalizó en Bizkaia a partir de mediados del siglo XVI, cuando había activas 180 ferrerías hidráulicas que usaban como combustible carbón vegetal, que por entonces suministraban riqueza y trabajo a buena parte de la población.
El gran consumo de madera y la presencia de ganado hizo necesario el establecimiento de numerosos viveros de donde procedían los robles y, en menor medida, castaños y hayas que luego se trasplantaban en los montes por filas, reconocibles actualmente en los rodales de árboles trasmochos más viejos. En el año 1752 la Ordenanza de Montes del Señorío de Vizcaya adjudicó al rey Fernando VI toda la producción de madera para abastecer a los astilleros navales. El mínimo de superficie arbolada se alcanzó en el siglo XIX por la venta y tala de los montes públicos arbolados para la financiación de las guerras de la Convención (1794), Independencia (1808-1813) y, sobre todo, la I Carlista (1833-1839).
En el año 1879 se publicaron los resultados del primer inventario forestal de los montes públicos de Bizkaia, elaborado en 1878: 20.247 hectáreas de roble, 7.425 de haya, 37 de encina y 2.401 de madroño o borto. El carbón vegetal de esta última especie era muy apreciado en las ferrerías por su gran poder calorífico. Si comparamos estos datos con los del inventario del año 2005, comprobamos que solo quedaban el 6% de los robles en los montes públicos, incluyendo quejigos y marojos. Las hayas, en cambio, conservaron el 55% de su superficie. Efectivamente, los robledales trasmochos prácticamente desaparecieron en esos 127 años en favor de las plantaciones de pino radiata, mientras que más de la mitad de los hayedos trasmochos siguieron en pie, ya que el pino radiata es sensible a las heladas, bastante más frecuentes en las montañas donde se plantaron las hayas que en los valles donde se plantaron robles.
Si comparamos los resultados de los inventarios forestales de 1996 y 2011, vemos que en solo 15 años ha disminuido la superficie de pino radiata más de 9.000 hectáreas, mientras que la de eucaliptos ha aumentado más de 4.000. Ambas son especies pirofitas que favorecen la propagación de los incendios, como los que afectaron en diciembre de 1989 a 29.165 hectáreas en Bizkaia. Mientras tanto, en las bodegas de la Rioja alavesa compran barricas de roble francés, la misma especie que el Árbol de Gernika, bajo el que los Reyes Católicos juraron los fueros hace más de 500 años.
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