Desde el año 1994, año que con retraso obtuve la licenciatura de biología, hasta el mes de julio de 2000 en el que comencé a trabajar como agente forestal para la Diputación Foral de Bizkaia, trabajé solo 13 meses según mi "vida laboral", pero el tiempo que recuerdo con más cariño es el que pasé con escolares en proyectos de educación ambiental de Haizelan, S. Coop. Entonces, como monitor de educación ambiental, llevamos a algunas clases hasta el monte Txarlazo y el Pico del Fraile para ver buitres. Hace una semana, el 15 de abril de 2016, gracias a mi amigo Jose Mari Gutiérrez, tuve la oportunidad de recordar aquellos viejos tiempos con un grupo de alumnos y alumnas del colegio orduñés Nuestra Señora de La Antigua. Sigo pensando que la educación ambiental es imprescindible, porque solo se respeta lo que se conoce y el conocimiento debe ser cercano, sentirse, verse, oírse, olerse. Esas experiencias fugaces son las que nos dejan esa huella indeleble. Espero que al menos alguno de esos niños y niñas retengan en su memoria como una experiencia significativa la visión cercana de un buitre echado sobre el nido, protegiendo a su pollo del frío y la lluvia intermitente.
Totalmente de acuerdo. Aunque creo que hoy en día se trabaja muy poco en este campo. Para mí debería ser una asignatura obligatoria en la escuela como las matemáticas por ejemplo
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